violencia de género digital

Partimos de la base de que los medios de comunicación tienen como objetivo informar, formar y entretener.

En el tema que nos ocupa y haciendo un poco de historia nos remontamos hasta principios de los años 80 cuando comenzó a hablarse en medios de violencia machista.

Antes, si se mencionaba, se hacía desde la consideración de riña, disputa matrimonial, asunto familiar y privado. Los malos tratos estaban relegados a la más absoluta invisibilidad bajo la consideración de “sucesos de la vida privada o del medio criminal” sin importancia o, como mucho, destacados en las páginas de sucesos si eran especialmente graves por su virulencia: tenían resultado de muerte o bien venían reforzados por episodio de violación.

La violencia de género respondía, con estos planteamientos, al estereotipo de crimen pasional: celos, alcoholismo, ruptura de la pareja, locura…lo que dista considerablemente de la verdad ya que el origen de la violencia estriba, como ya se ha reiterado en muchas ocasiones, en un deseo de control y manipulación del hombre sobre la mujer, el abuso de poder mediante el empleo de la fuerza o superioridad de uno con el objetivo de someter al otro.

Lamentablemente titulares recientes nos demuestran que el morbo vende: sección sucesos- cómo no- : “Los celos y viejas rencillas desencadenaron la tragedia en Mollina”

http://www.laopiniondemalaga.es/municipios/2015/07/15/hallan-fallecidas-personas-vivienda-mollina/781433.html

Bien es cierto que gracias a los medios de comunicación se ha podido visibilizar un problema que existía desde siempre: sólo existe lo que se nombra…pero necesario se hace analizar el cómo se trabaja la información y el mensaje que se está trasladando a la población.

¿De verdad somos conscientes de lo que implica hablar de un total de 22 mujeres asesinadas en lo que llevamos de año, siendo un total de 766 en el periodo de 2003-2014?

Probemos a cambiar el discurso…Imaginemos un titular: “A día de hoy, y en lo que llevamos de año, 22 polític@s/deportistas/empleado@s de la limpieza, y así hasta un infinito etc. han sido asesinados…” ¿Cómo nos quedamos?, ¿produce escalofríos pensarlo, verdad?

Un apunte. Según datos extraídos de la web de la Asociación de Víctimas de Terrorismo (avt.org) 1.298 personas han sido víctimas de terrorismo en nuestro país en el periodo comprendido desde 1960-2010…recordemos, 722 mujeres, únicamente hablamos de mujeres, en 11 años, frente a 1.298 en 50…¿desproporcionado, verdad? Y una reflexión…¿Ha sido el mismo tratamiento por parte de los medios el que se ha dado a ambos tipos de, por qué no decirlo, terrorismo? (Recordemos que la acepción de la RAE recoge terrorismo como: Dominación por terror y/o sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror, entre otras).

Podría decirse que el punto de inflexión se produjo a partir de finales de los 90. Fue en 1997 cuando una mujer- Ana Orantes- salió por primera vez en televisión denunciando públicamente los malos tratos a los que le estaba sometiendo su expareja…al poco tiempo fue asesinada por él. Conmoción social, la mujer no era cualquier mujer…¡era la que había salido en la tele! Parece que en la medida en que ha sido representada socialmente por los medios existe más que cualquier otra.

Ése es el poder de los medios, muy ligado al concepto de neotelevisión donde el público se traslada a la pantalla y actúa desde ella. Ya no son sujetos pasivos; participan, y la televisión crea su propia realidad, fabricando nuevos protagonistas con los que el espectador se identifica en cuanto que tienen sus mismas inquietudes, características. La violencia, el sexo, la vida privada de las personas se lleva a la pantalla como un espectáculo televisivo más, llegando a copar hasta los espacios de los informativos. Y es aquí donde el periodismo deja de ser riguroso para convertirse en espectáculo. Y es aquí donde la televisión deja de educar e informar para limitarse a entretener.

Sin duda, los medios están contribuyendo a visibilizar el problema de la violencia de género, sacándolo a la luz, pero desde el prisma del sensacionalismo, trivializándolo en modo espectáculo. La información tiende a centrarse en datos escabrosos que van desde el número de golpes o puñaladas que el agresor le dio hasta una descripción detallada de la agonía de la víctima, aderezado con imágenes sangrientas bajo una premisa como constante: a mayor escabrosidad, mayor audiencia.

Parece que la muerte ya no produce respeto, la violencia no impresiona…es el efecto narcotizante que produce su exposición repetida.

No cabe duda de que, en lo que al tratamiento informativo sobre la violencia de género se refiere, los medios son parte del problema, pero también parte de la solución, siempre y cuando no se centren en dar cabida al espectáculo del amarillismo periodístico trasladando a su vez mensajes plagados de estereotipos que directa o indirectamente criminalizan a la víctima y disculpan al agresor.

¿Y cómo conseguirlo?

Partimos de una premisa, quizás la base de todo, especialización. No alcanzo a entender por qué se requiere al hablar de política, economía, relaciones internacionales, etc…y cuando hablamos de violencia de género nos sentimos libres de opinar y sacar conclusiones sin conocer el trasfondo, la base real del problema, los porqués…

Al respecto se han publicado decálogos, manuales de estilo de acceso libre y consulta gratuita, pero que a la vista de las informaciones que con frecuencia se publican, está claro que distan mucho de ser consultadas.

Recomendaciones básicas

  • Cuidar el contenido de la información y el modo en que se traslada ya que centrarse en si la mujer interpuso o no denuncia, sin tener en consideración las implicaciones que eso les supone (mecánica de los malos tratos, ciclos de la violencia, dependencia emocional, etc…) y cómo afrontan ese difícil proceso, provoca que la responsabilidad de su propio asesinato recaiga sólo en ellas, eximiendo a sus agresores.
  • Abstenerse de rumorología, de buscar la opinión en los 3 minutos de gloria televisiva de alguien del vecindario que aportará un testimonio sensacionalista basado en especulaciones y supuestos…“Era una pareja normal”, “ si se llevaban muy bien…” , “qué chico más majo…¡no me lo puedo creer!” ya que la fuente no es veraz ni fiable e induce a justificarla como arrebato ocasional; no olvidemos que bajo la apariencia de pareja normal puede existir una base de violencia que el hombre disimula y la mujer calla.
  • Incluir la opinión de expertos de la materia que aporten pinceladas básicas para construir los porqués…Ya sabemos que los tiempos en televisión son los que son, pero remitir a la leyenda en pantalla de Teléfono de atención a víctimas 016..quizás no sea suficiente.
  • Evitar el efecto narcotizante…”otro caso de violencia de género” ya acaba por normalizar los hechos y restarle importancia.
  • No buscar motivos para justificar los hechos: alcohol, drogas…son factores que empeoran la situación de maltrato, pero no hay relación causa/efecto.
  • Con respecto al sensacionalismo, morbo, el amarillismo propio de la sección de sucesos donde se tiende a encuadrar este tipo de noticias está todo dicho, ¿es necesario realmente recrearse en eso?
  • Fundamental preservar la identidad de la víctima evitando recursos de ocultación que den apariencia de criminalización: efecto mosaico, tiras en los ojos, distorsiones de voz… y por supuesto respetar la presunción de inocencia del agresor; un error en la identificación puede tener consecuencias fatales…lo que no se opone al hecho de dar debida cuenta del patrón del maltratador, modos de actuar y comportamientos, tanto públicos como privados, lo que ayudará a otras mujeres a tomar conciencia de su situación personal de riesgo.

Un último apunte.

En estos casos, las mujeres no fallecen, no mueren; son asesinadas. Y el asesinato no es un arrebato de locura, es el último acto en un episodio de maltrato.

Autor:

Montse Casasempere Ruiz
Especialista en violencia de género e igualdad. Vicepresidenta de Generando Igualdad. Community&content curator.
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