Violencia de Género

El pasado martes mientras el foco de atención se centraba en la lluvia de confetis en torno a la investidura del nuevo gobierno, en un rincón silente del Congreso se estaba gestando la ampliación del concepto de violencia de género fuera de la pareja, es decir, que a todo hombre se le apliquen las medidas judiciales y policiales en todo conflicto laboral, social, económico o cotidiano que tenga con una mujer en cualquier ámbito, sin importar que sea pareja sentimental o una completa desconocida.

Así, una discusión de tráfico de un hombre con una mujer por el aparcamiento, por un golpe con el coche, por colarse en el supermercado o con la vecina del quinto; puede en cualquiera de esos casos terminar con el señor en el calabozo y con medidas de alejamiento de la mujer víctima. Exacto, víctima, porque la Ley 4/2015, de 27 de abril, del Estatuto de la víctima del delito, proclama a cualquier denunciante como víctima, en especial cuando la denuncia se presenta por “violencia machista” en la que siempre el hecho denunciado constituye delito, accediendo automáticamente a la llamada “justicia restaurativa” del art. 15 de dicha ley, que es ni más ni menos, que el derecho de la denunciante a reclamarle dinero al denunciado y a la Administración, con derecho a la prestación reservada a mujeres maltratadas de pago único (ayudas SEPE del art. 27 de la Ley 1/2004), el cobro en su caso de la Renta Activa de Inserción de 426€ mensuales, el acceso prioritario a la bolsa de empleo y vivienda, etc etc.

Aunque el tanto de este gol por toda la escuadra se lo anota Unidos Podemos, en realidad es una iniciativa propuesta por el PP y otra por Ciudadanos el 21 de septiembre pasado, tal como consta en el Boletín Oficial de Las Cortes Generales nº18 de ese día, pag. 32. Parecen evidentes los motivos que han tenido PP y Ciudadanos para dejar que Unidos Podemos se arrogue mediáticamente el mérito en esta cuestión.

Pero más allá de la gigantesca casuística que generará esta ampliación legal (teniendo en cuenta que hay hombres que han sido condenados por considerar violencia machista el haber soltado una flatulencia frente a su mujer o que Badoo haya enviado automáticamente a la ex-pareja una invitación a conectar sin estar dado de alta), cabe la pregunta de por qué no para de ampliarse los criterios por los que una determinada actuación de un hombre respecto a una mujer pueda ser tipificada como “violencia machista”.

Y es que la historia se repite: el procedimiento es idéntico al que se llevó a cabo en la Santa Inquisición, siglos atrás, para acusar a alguien de ser brujo, judío o hereje.

Los antiguos inquisidores no dejaban de establecer criterios (cada vez más amplios) por los cuales algún particular podía verse sometido a la penosa situación de ser investigado/expropiado/procesado/torturado/condenado/ejecutado. Bastaba con algo tan simple (pero altamente sospechoso) como haber olvidado cómo se recitaba una oración, no acudir regularmente a los oficios religiosos o simplemente dedicarse a la herboristería.

De igual modo actuó el nazismo y los grandes revolucionarios franceses, rusos o cubanos en su lucha contra los judíos o contrarrevolucionarios: bastaba con mostrar sólo un ánimo tibio o no del todo adherido a los postulados nazis o revolucionarios para ser, al momento, considerado un elemento a quien había que vigilar y a quien, eventualmente, se le podía enjuiciar, encarcelar, inhabilitar y/o ejecutar a fin de dar un “sano” ejemplo al resto de la sociedad.

Tanto en un caso como en otro, el resultado oficial de esa manera de proceder era que nunca se acababan ni los herejes ni los contrarrevolucionarios, lo cual servía, a su vez, para que los elementos dedicados a esa represión no se vieran nunca privados de trabajo ni de influencia sobre la sociedad.

De igual modo, esta constante revisión de los criterios por los que una determinada actitud puede ser tipificada como “violencia machista” es una manera de que nunca les falte trabajo ni influencia social a todos los currantes y currantas de género que, bajo la excusa ennoblecedora de estar trabajando por los derechos de la mujer, lo que están haciendo, en el terreno de los hechos reales, es demonizar y criminalizar al máximo la figura del hombre (entiéndase, sujeto masculino heterosexual).

Ahora bien, ya desde la época de Hipócrates la oncología ha revelado que hay cánceres que en su voracidad por destruir todo a su alrededor y no teniendo nada que le detenga, llega a absorber tanto material de las células y de forma tan veloz, que se calcifica y muere. Muere de éxito.

En estos momentos no hay duda que la fiesta de género está en su apogeo. La prensa la ha puesto de moda y como los fondos públicos se encargan de todos los gastos, lo más granado de la sociedad quiere asistir: políticos, asociaciones feministas, abogados, jueces, fiscales, psicólogos, policías y por supuesto denunciantes, sin quienes la fiesta no sería posible y por tanto son el objetivo del marketing, el “target”.

Naturalmente los invitados cada vez son más y no tienen ganas de irse. De la animación se encarga el feminismo de gominola y serpentina, ordenando al DJ de turno que pinche siempre la misma canción. Y la cantinela suena una y otra vez pero nadie quiere parar la música. El tema se repite y todos ya se saben la letra de memoria, son capaces de recitarla sin errores hasta en las comas!

Hasta que llegue un momento en que la fiesta crezca tanto, que el aforo ya no dé para más y como sucedió trágicamente en el Madrid Arena, terminen aplastándose unos a otros. De igual forma que aquél cáncer voraz, la fiesta de género morirá de éxito.

Fuente: http://xyzediciones.com

Entrada anterior
Un WhatsApp manipulado tiene en alerta a fiscalías por falsas denuncias
Entrada siguiente
Asesinada una periodista de EL MUNDO de Burgos a manos de su ex marido