Desde que trabajan en la fiscalía de Criminalidad Informática, tanto Bermúdez como Zaragoza se han enfrentado a casos que les han dejado huella, bien por la complejidad de la investigación o bien por las circunstancias que rodearon a la misma.
«Hay un caso que siempre cuento como ejemplo de la importancia que tiene la tecnología para resolver delitos de todo tipo», relata Javier Zaragoza. «Recibimos la denuncia de una joven que acusaba a su novio de haberle pegado. Ella presentó un parte de lesiones y no había testigos, por lo que la abogada recomendó al chico que se declarara culpable para poder reducir la pena, porque el juicio pintaba muy mal para él», recuerda el fiscal donostiarra.
A los pocos meses, la misma abogada recurrió a la fiscalía con nuevas pruebas en el caso que exculpaban al acusado. «La denunciante le contó a una amiga que todo era mentira y que lo había hecho por venganza, y esa chica se lo comunicó al acusado por Whatsapp, quien presentó unas fotos de Tuenti que demostraban que la supuesta víctima no había estado con él la noche de los hechos, sino en casa de una amiga», relata Zaragoza. Tras ponerse en contacto con la red social española, la fiscalía guipuzcoana pudo comprobar que el chico era inocente. «Ella fue acusada por un delito de falso testimonio y él fue exonerado de todos los cargos», afirma el fiscal.
Para Jorge Bermúdez, fiscal delegado con diez años de experiencia en la especialidad de delitos informáticos, hay dos casos relacionados con menores que nunca podrá olvidar. «Me marcó mucho el caso de un padre que vino a nosotros con el portátil de su hija, que tenía un trastorno alimenticio y que había sido ingresada en el psiquiátrico porque había tenido una crisis tremenda provocada por conversaciones que estaba teniendo en una red social», recuerda.
La menor, vecina de Orio, había contactado con una persona que aprovechaba la visión distorsionada que tenía de su imagen para alabar su físico. Finalmente, consiguió que la joven le enviara diversas fotos desnuda o en ropa interior. «A su vez, recibimos dos denuncias de la Ertzaintza de otras dos chicas que estaban sufriendo el mismo tipo de conducta. Las direcciones IP nos llevaron a una persona, que era culpable de los tres casos. Fue condenado a cuatro años de prisión e ingresó en Martutene», señala Bermúdez. El acusado era un vecino de Orio que conocía a la menor, a la que buscó intencionadamente por internet.
Adoptado por un pedófilo
«Recuerdo un caso horroroso», comenta el fiscal. Durante el mundial de fútbol de Alemania, se detectó un foro en el que se difundía material pedófilo. La policía alemana comunicó que había una dirección IP de un usuario español, que se identificó en Donostia. «En su ordenador encontramos material pedófilo, pero al examinarlo, vi que las imágenes estaban ordenadas de manera inusual, como si las hubiese hecho él mismo con una cámara», afirma Bermúdez.
La investigación confirmó que el menor que aparecía en las fotografías era el hijo adoptivo del acusado, un niño de 13 años que llegó a Donostia con la Asociación Chernobil. «Sus padres le maltrataban y le quemaban con cigarrillos y después fue adoptado por un pedófilo. Una historia muy dramática», admite el fiscal.
Fuente: diariovasco.com